El enigma de la editorial by J. S. Baños

El enigma de la editorial by J. S. Baños

autor:J. S. Baños [Baños, J. S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policíaca, Suspenso, Novela negra
publicado: 2016-01-20T06:00:00+00:00


* * *

Mientras Alba conducía, Richard llamó a Mercedes. Le contó cómo estaba su primo y que no le esperase para cenar. Ella le dijo que no se preocupase, que cenarían juntos otro día. Su prima, que no perdió detalle de la conversación, le preguntó.

―¿Te gusta Mercedes?

―Sí, es una mujer encantadora.

―Parece buena chica.

―No te quepa duda, que lo es.

―Si os entendéis, adelante. Me alegro por los dos ―decía con sinceridad.

―Y tú, prima, ¿tienes novio, pareja, amigo o como se le llame ahora?

―No, actualmente no hay nadie en mi vida sentimental.

―Una belleza como tú no debería estar sola.

―Mira primo, te voy a contar un breve historia y te pido que guardes silencio, que no le digas nada a nadie.

―Soy una tumba.

―Ya hace algún tiempo estuve locamente enamorada de un hombre que estaba casado y me dijo que iba a dejar a su mujer y se casaría conmigo. Después de varios años de vernos en secreto, todo seguía igual y por lo visto no tenía intención de dejar a su mujer. Así que le dejé, y desde entonces no he tenido más relaciones sentimentales.

―Sí, por desgracia hay hombres así. Lo mejor que puedes hacer es olvidarle y buscarte un hombre que realmente te quiera ―dijo Richard.

―Lo peor de todo es que es un amigo de mi hermano y que espontáneamente lo veo y me acuerdo de nuestra relación. Como ves, me resulta difícil olvidarme de él.

―Sí, te entiendo.

Dieron por terminada la conversación. Habían llegado a la casa y se fueron directamente a sus estancias. Richard se metió en la cama medio vestido y se quedó dormido al momento.

Unas horas más tarde lo despertó su teléfono. Era Felip, para decirle que habían detenido a unos desaprensivos y posiblemente los autores del atraco de su primo.

―Gracias Felip, cuando sepas algo más me lo cuentas.

―Descuida, que así lo haré.

Miró el reloj, eran cerca de las doce de la noche. Habría dormido unas cinco horas, suficiente. Iría al hospital a relevar a su familia.

Bajó las escaleras y, cuando se disponía a ir, entraban Josep y Lola.

―¿Cómo está Santi?

―Igual, sólo saben decir que hay que esperar.

―Creo que es buena señal.

―¿Tú crees?

Ignoró la pregunta de Lola e inquirió:

―¿Se ha quedado Carmen sola?

―No, ha venido mi hermano y su hijo Mario. No sé cómo se han enterado, pero la cuestión es que han ido y Mario se ha quedado con Carmen, pasarán la noche en guardia. No dejan que se quede nadie más.

―Iba a ir yo, para que vosotros pudierais descansar.

―No vayas, no te dejarán estar.

―Vale, iré mañana.

Se retiraron a sus respectivos aposentos.



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